29 de diciembre de 2011

Ven, Coy, ven


-¿Qué es lo que buscas?- dijo él.
Oyó su risa suave, muy queda, entre las sombras que le velaban la cara.
-Ya lo sabes. El Dei Gloria.
-No me refiero a eso. Ni tampoco a tesoros ni cosas así… Lo que pregunto es que buscas tú.
Aguardó la respuesta, pero no se produjo. Ella callaba, inmóvil. Al otro lado del arco, los faros de un automóvil iluminaron un trecho de la calle antes de alejarse de nuevo. El resplandor recortó un momento su perfil en la pared sombría.
-Tú sabes lo que busco - dijo por fin.
-Yo no sé nada - suspiró él.
-Sabes. Te he visto mirar mi casa. Te he visto mirarme a mí.
-No juegas limpio.
-¿Y quién lo hace?

Arturo Pérez-Reverte, La Carta Esférica

25 de diciembre de 2011

Todo puede ser.

Puede que caminemos sobre la cinta de Moebius.
Puede que estemos dando vueltas en círculos.
Puede que el destino sea caprichoso y nos haya vuelto a poner en el mismo compartimento de este tren.
Puede que Nietzsche tuviera razón y estemos sufriendo el eterno retorno.
Puede que hayamos estado mirando para otro lado todo este tiempo.
Puede que la Navidad nos reblandezca.
Puede que seamos unos completos idiotas.
Puede que...
Puede.

16 de diciembre de 2011

Esto iba a ser un cuento más...

Después de hacer el amor le notó más ausente que nunca. Hundió los dedos en su pelo y le miró, girándose en la cama para tumbarse de costado.

-¿Qué te pasa? Te noto raro.

Él se giró y la miró en silencio. No sonreía. Estaba anormalmente serio.

-Creo que tengo que decirte algo que no te va a gustar.

-¿Te acuestas con otra?

-No, no digas tonterías. Es que creo... creo... He conocido a alguien.

Ella suspiró. No podía negar que se temía algo.

-¿Me lo estás diciendo en serio, Victor?

-Sí...

-¿Y quién es ella? ¿Cómo es?

-Ella... Ella es increíble.

-Ya... entiendo.

-Venga, Ana, no me mires así... Has sido tú la que ha preguntado.

Ella se giró y miró al techo.

-Y de verdad quiero saber qué tiene ella para que te hayas enamorado así, porque tú estás enamorado, Victor, te conozco, tienes esa maldita luz en la mirada. Sigue, quiero saber lo que la hace tan increíble.

-Ella... Ella sonríe de una manera única. Empieza a brillar cuando sonríe. Deberías verlo. Es... increíble. Tiene un andar distinto al resto de la gente, un andar único, como delicado, como si flotara. Y una mirada... Mira todo como con una curiosidad distraída. Pero curiosidad al fin y al cabo.

-Parece realmente encantadora... ¿Y qué sabes de ella?

Victor sonrío antes de contestar.

-Sé que adora la literatura. Su casa está llena de libros. Están por todas partes. Sé que le emociona la música clásica aunque no lo diga. Sé que lloró como una niña viendo Up. Sé que se pregunta casi todos los días de dónde saldrán las corrientes internas del metro que la despeinan en el transbordo hasta la línea 6 en Cuatro Caminos. Sé que le gusta dormir abrazada a su almohada. Sé que se sabe el monólogo del Tenorio. Sé que odia comer judías verdes. Sé que a veces hace algunos chistes negros que no todo el mundo entiende. Sé que su taza de desayuno es roja. Sé cómo se llaman sus padres. Sé que sus galletas preferidas son las María. Sé que le gusta el cine. Sé cual es su película favorita. Sé cual es la escritora del mundo que más odia. Sé qué miedos tiene. Sé que una vez se disfrazó de pitufo. Sé de qué color es su ropa interior favorita. Sé que odia los anuncios de Spotify. Sé que cuando se levanta de la cama lo primero que hace es ponerse un jersey blanco enorme que heredó de alguno de los hombres de su familia...

Ana sonrió.

-Eres un idiota.

-¿Por qué?

-Porque me estás describiendo...

-Es que ya te he conocido y me he dado cuenta que adoro todo en ti. Adoro la manera que tienes de apartar la mirada mientras sonríes. Adoro el brillo que a veces tiene tu pelo cuando un rayo de luz de esos que se pierden en otoño decide aterrizar sobre él. Adoro cuando me miras esperando a que siga hablando. Adoro cuando te hablo y sé que te cuesta seguir escuchándome porque tienes en la mente mil pensamientos más importantes, pero aún así quieres prestar atención.

-Victor, no vuelvas a hacerme esto nunca más. Por un momento pensé que me ibas a dejar. Y me he creído morir.

-Ves, ahora tú también sabes que me adoras.

-No te equivoques, yo eso ya lo sabía.

14 de diciembre de 2011

Las cosas que te cuento cuando no me escuchas

Hoy he amanecido con una sonrisa en la cara, una diferente, porque esta no es culpa tuya.

No era tu cara, no eran tus manos, no era tu cuerpo, no eran tus labios, ni tu pelo. No eras tú. De hecho, esa persona y tú no tenéis nada que ver (No te puedes imaginar hasta qué punto es esto cierto...)
Sin embargo, sin ser tú, me hacía sentir como cuando estaba contigo. A todos efectos. Y nuestra dulzura levantaba las miradas de la gente. Les escandalizábamos ¿sabes?. Fíjate, con lo que yo he sido.

(Recuerdo haber dicho "Nos están mirando" mientras miraba sus ojos y después recuerdo haberme encogido de hombros y haber soltado un "Me da realmente igual" mientras sonreía)

No te voy a dar detalles sobre este sueño mío. No se los voy a dar ni a ti, ni a nadie, me voy a quedar con este divagar de mi mente y lo voy a guardar y a esconder como quien tiene un secreto.
Es tan dulce que quiero que sea un tesoro.

11 de diciembre de 2011

#9

No sé si tengo algo que decir ya. No sé, siento que esto de estar privada de mis palabras durante un tiempo me ha dejado sumida en un silencio del que ya no sé si quiero salir.

...

Que no, que no son tonterías. Yo lo siento así.
Palabras... hay. Pero creo que se me ha olvidado como usarlas. Como causar ese efecto mágico que te gusta. Vale, quizá eso lo siga sabiendo hacer, pero no sé, quizá no tenga fuerzas para querer hacerlo.
¿Y si ya no gritara nunca más? Sería como desaparecer. Desaparecer del mundo. Esconderme de todo.

...

Que no, no es miedo. Sabes que eso no es algo que me dé miedo. Es de las pocas cosas a las que no temo. Déjame, no sé ni siquiera si quiero hablarte.

...

Que no. Ay. No. Suéltame. Déjame.
Ay. No, no me sueltes. Agárrame fuerte. Perdona, perdona. Lo siento. Agárrame. Me caigo. Cae conmigo.
Y vamos a dejar las palabras, no hay sitio para ellas aquí. Esas sábanas las devorarían.

...

Vale, luego nos ponemos con ese tema otra vez. Venga, sujétame un poco más, que de verdad que te necesito.

7 de diciembre de 2011

Diálogos de gamusinos

-¿Cómo lo haces?
-¿El qué?
-Eso
-¿El qué?
-Lo de que te guste el gore y tu película favorita esté en verso
-Nunca me lo había planteado, la verdad
-Pues deberías... Eres un contraste en ti misma
-Sí, lo sé.
-¿Y no te preocupa eso?
-¿Y por qué iba a preocuparme? Me gusta
-Pero... es raro.
-No, es original. Y yo llevo toda la vida buscando la originalidad.
-¿Y la has encontrado?
-Claro. A veces se deja ver y me sonríe. Es encantadora
-¿Y otras veces?
-Otras veces se esconde y deja que sea alguien del montón
-Eso te debe doler.
-Sí, me duele, pero siempre vuelve a curarme.
-Envidio tu amistad con ella.
-Gracias

6 de diciembre de 2011

S.O.S.

Hubo una época en la que yo tenía claras las cosas. Lo que era blanco, lo que era negro y apenas había cosas en gris.
Entonces fue cuando vendí mi alma al diablo. Y empecé a relativizar.
¿Por qué todo tenía que ser blanco o negro?
Y vendí besos, y vendí abrazos al mejor postor.

Y dejé de hacerle caso a mis sueños, que son los que mejor me han guiado siempre.
Y ahora, que vuelvo a ellos en busca de una respuesta, los encuentro descolocados. Todo está patas arriba.
Y veo tu imagen, otras ajenas, otras que nunca habían aparecido o que habían aparecido de otras maneras. Y al despertar sólo recuerdo tu imagen, pero no el contexto.
Y me ofusco, me cabreo.
Necesito mis respuestas. NO. Necesito mi antiguo orden.

Me turban tus ojos, tu puta mirada. Pero por mis sueños, no por ti.

Evita esto, joder. Recondúceme. Hazme entender que las cosas siguen como siempre, que todo está igual y que esto es sólo una de esas dudas mías que no sirven para nada y que cuando se pasan dejan todo igual que lo encontraron. Impídeme que relativice, córtame por lo sano, por favor.
O acompañame en esta mierda hasta que salga de mi error (No, eso no te lo pido de verdad, porque los daños serían para dos y eso es una locura, nada más)

Ayúdame quedándote cerca, por Dios.

1 de diciembre de 2011

Original Sound Track

Creo que todos tenemos una melodía que nos acompaña mientras vamos creciendo. Una melodía que te coge de la mano y te acompaña toda la vida.

Una melodía de la que quizá te enamoraras gracias a tu padre, que fue quién te la descubrió. Una melodía que habla de un lugar cercano a tu ciudad. Una melodía que consiguió ponerte los pelos de punta. Una melodía que te tranquiliza. Una melodía que sonaba mientras estudiabas literatura. Una melodía que silbas. Una melodía que dejas sonar cuando lees. Una melodía que escuchas en bucle. Una melodía que nunca te cansarás de escuchar. Una melodía que has escuchado en directo. Una melodía que tocó alguien del que estás orgulloso de conocer personalmente. Una melodía que escuchaste junto aquel chico. Una melodía que hace suspirar. Una melodía que sonaba aquella vez. Una melodía cuya historia descubres y te encoge el alma. Una melodía que te hace llorar.

Una melodía, una vida.
La melodía, la vida.

26 de noviembre de 2011

La Avenida Reina Victoria.

Es otoño.
Llego pronto, como siempre. Últimamente no consigo llegar tarde ni proponiéndomelo.
El paseo por la Avenida Reina Victoria comienza a ser algo habitual los viernes. Se va a acabar convirtiendo en rutina.
Creo que también se va a acabar por convertir en mi sitio favorito de este Madrid que me enamora.

La Avenida Reina Victoria huele a otoño. A las hojas que se caen de los plataneros.
Huele a las perfumerías, huele a sus cafeterías y sus desayunos. Huele a la fruta de temporada que ofrecen los puestos que invaden un poquito la calle.

La Avenida Reina Victoria sabe a café. Café a la española, bien cargado. Sabe a bollo suizo. Sabe a entrar a la facultad para un clase que te gusta.

La Avenida Reina Victoria suena a 'Puedes contar conmigo'. Suena a banda sonora de tu serie favorita. Suena a Concierto de Aranjuez. Suena a sonrisa. Suena a niños demasiado pequeños para ir al colegio que acompañan a sus abuelos a comprar el periódico.

Y su ferretería Venecia. Esa ferretería.
Y el piso que hay sobre ella. Con su balcón. Con las flores de su balcón.
Y los bancos desde los que puedes pasarte horas mirando esa casa.

Y esa señal de tráfico en la que pone "Paso de carruajes"
Y ese hombre gordito y calvo que veo a través de los ventanales de su oficina trabajando en el ordenador.

Esa es mi Avenida Reina Victoria.

25 de noviembre de 2011

Borrador de la película que nunca haré.

Lugar: sin importancia (No consta)
Tiempo: buen día, para ser otoño.
Espacio: Vía Láctea. Para ser concretos, algún lugar dentro de la Tierra.

Aquel perfume suyo le hacía perder el control. Pocas eran las cosas en el mundo que odiase. La fundamental era esa, perder el control. Sobre sí misma. Sobre sus emociones.
Aquel perfume suyo le estaba embotando el cerebro.
Respiró profundamente para intentar volver a ser su propia dueña.
Genial. Demasiado cerca de él. Con eso no había contado, claro. Ahora su perfume le había contaminado por completo.
Ya no le escuchaba. No podía. Era incapaz.

Miró sus labios en un loco intento de seguir la conversación, conversación a la que le había perdido el hilo hace siglos.
Segundo error consecutivo.
Deseaba aquellos labios. Los necesitaba.

Él seguía hablando. A saber de qué.
Ella estaba llegando a su punto de no retorno.
(Contrólate, joder, contrólate ¿Qué coño te pasa?)
Sólo existían sus labios que se movían articulando palabras que ella no podía escuchar
(Cállate y bésame. Vamos. Hazlo)
Y aquel olor. Ese olor que la embriagaba.

Él se calló esperando la respuesta a una pregunta que ella no había oído. Esperaba con esa sonrisa suya. Ella reaccionó.

-¿Qué, perdón?
Él sonrió un poco más, pero no le recriminó que no le estuviera escuchando.
-Que si quieres que vayamos a tomar un café. Empieza a hacer frío. Tienes la nariz roja.
Ella ni siquiera se había fijado en el frío que, efectivamente, empezaba a hacer.
-Claro (Cualquier cosa menos separarme de ti ahora)
-Genial.

Él le tendió la mano. Ella la miró sorprendida, pero se la cogió antes de que pudiera interpretar, por su cara, alguna respuesta errónea.

-Tienes las manos muy calientes.
-Y tú muy suaves - le contestó él.
-Creo que necesito que me beses. He perdido la cabeza. Mira lo que estoy dicie...

No pudo decir nada más.

-Pensé que nunca me pedirías que te besara. Mira que te piensas las cosas, cabecita.

19 de noviembre de 2011

Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

Nadie me ha besado nunca como tú. De esa manera que vaciaba mi mente de cualquier pensamiento que no fueran las sensaciones que percibía a través de mis ojos cerrados. De esa manera que hacía que se me olvidaba lo de querer huir a cualquier lugar del mundo en donde nadie me conociera. Nadie ha conseguido quitarme así el aliento. Nadie ha sabido reproducir esa forma que tienen tus labios de encajar con los míos. Nadie
Tampoco nadie se ha dejado besar como tú lo hacías, como a mí me gusta hacerlo, con esos besos cortos que son apenas un roce. Ni tampoco nadie me ha permitido sonreír contra su boca, esperando pacientemente a que yo borrase esa estúpida sonrisa para seguir indagando incansablemente en mis labios, como si quisiera desgastármelos. Nadie me ha hecho separarme bruscamente de él, buscando un aire necesario para no perder la poca cordura que me pueda quedar en ese tipo de momentos. Nadie ha tirado de mi mano en medio de una calle de vacía de Madrid, a altas horas de la madrugada, para separarme del grupo y darme uno de esos besos rápidos que saben a poco, pero que importan mucho.
Nadie ha tenido un primer beso tan confuso y furtivo como el nuestro.
Nadie aparta tan cuidadosamente mi pelo de su cara, sonriendo por las cosquillas, tras hundirse peligrosamente en mí, ni nadie nunca me ha hecho probar de sus labios mi propio perfume a fuerza de recorrer mi cuello. Nadie.

Sólo espero poder encontrar algún día a alguien que haga las cosas aún mejor que tú.

13 de noviembre de 2011

En la línea de tu boca. Justo ahí


Acércate más.

Más. Más.

Un poco más.

A dos centímetros de mi boca,

o un poco más cerca.

Háblame desde ahí,

que nuestros alientos se confundan.

Más cerca aún

¿Ves mi sonrisa?

Es porque sé que nuestros labios

están a punto de rozarse.

Y se rozan.

Y nos apartamos jugando.

Y las respiraciones se entrecortan.

Y ahora vamos a hacer que nuestros labios se confundan.

Sin respirar.

¿Qué importa?

Coge aliento que allá voy

Y me pierdo.

En tu maldita boca.


Te voy a morder ¿vale?

No muy fuerte.

Tú suspiras, yo sonrío.

Y te susurro.


Muy, muy cerca de tu boca.

11 de noviembre de 2011

El camino alternativo

Si algo he aprendido en estos casi veinte años viviendo en el planeta Tierra, es que el ser humano es garrulo por naturaleza.
Esto se constata en dos hechos de mi vida diaria:
1. Escaleras de la facultad de Geografía e Historia de la UCM. Dos escaleras. En teoría, una de subida y otra de bajada. En teoría. Pues una SIEMPRE estará vacía, y por la otra se bajará a ritmo procesión de Semana Santa. De viejas. De viejas de pueblo (que no hay cosa más lenta en este mundo) Clara muestra de garrulismo.
2. Puertas del metro de Cuatro Caminos. Dos de entrada. Dos de salida. Pues todo el mundo entrará por la puerta abierta, independientemente de la que sea. Y las demás ahí, de adorno. ¿Comodidad? NO. Garrulismo.

Y es ahora el momento, en el que tras a hacer esta crítica, yo digo que cojo el camino alternativo, como no podía ser de otra manera. Porque a veces es más rápido. Porque a veces hay que hacer un esfuerzo para no ser igual que todos los demás en esta sociedad que, parece, nos manufactura a todos exactamente iguales.

La originalidad.
La rebeldía.
La fiebre de los veinte de romper con todo.

¡AHÍVA DIOS!

10 de noviembre de 2011

Conversaciones con Enrique


Tú a mí no me conoces. Es imposible que lo hagas porque estás muerto, a no ser que seas tú quién se apodera de mi mente en esos momentos cómicos, cosa que no me extrañaría, señor Poncela.
No te voy a llamar por tu nombre de pila, porque creo que todos los filólogos debemos de tener respeto a los maestros de la literatura y yo te considero así, aunque me hagas reír en el metro y en el autobús y yo quede como una loca. Eso sí, te voy a tutear, que ya eres como un colega más.
Oí de hablar de ti, como no podía ser de otra manera, en clase de mi adorada Menci, en seguida quise ver cual era tu visión del mundo. Así que me fui a mi estantería y cogí Eloísa está debajo de un almendro. Y nunca jamás había sonreído tanto con un libro en toda mi vida. Insuperables todos aquellos diálogos tuyos. Y pensé si alguna vez me animo y escribo teatro, quiero ser como Jardiel Poncela. Y luego vi en el metro uno de esos fragmentos de Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? y claro, no pude evitar que hacerme con un ejemplar pasase a ser una necesidad primaria.
Y así estamos, desde el sábado pasado, yo enganchada a tus letras y tú contándome la historia de Pedro de Valdivia. Y riéndome, sobre todo riéndome. Y pensando también, porque, señor mío, es usted un maestro de las sentencias.

-¿Habéis tenido tiempo de sobra en vuestra vida?
Si alguna vez habéis tenido tiempo de sobra en vuestra vida, seguramente que lo habréis perdido en estudiar qué es progresión aritmética

¿Pero cómo no voy a reírme cuando leo eso? ¡Si eso es el resumen de todo lo que he pensado en mi vida sobre los números y las matemáticas en general, que no sirven para nada!

Pero si de algo eres el rey, es de las notas a pie de página. (Ahora hay gente leyendo esto, así que por respeto a ellos voy a copiar las que más me han gustado aquí, que si no, se pierden)

-Porque... qué narices*
*Cicerón, Tratado de los deberes.


-Y contaría -Finalmente- la muerte de Pedro de Valdivia, el 3 de diciembre de 1553, a la cabeza de sus tropas y en una lucha homérica después de la cual no quedaron ni los rabos*

*Esta lucha homérica fue homérica del Sur, naturalmente, pues -como queda advertido- la acción se desarrollaba en Chile. (Estupidez escrita para indagar)

Y tú mismo te lo decías todo. Y con tu pan te lo comías. Olé tú.

Pero también me has hecho pararme, y releer una frase una y otra vez. Y odiarte un momento por conocer a las mujeres tan bien y porque siguen existiendo hombres que no nos conocen así. Y así, me has hecho quitarme, dentro de mi mente, ese sombrero que siempre llevo. He aquí tu frase:

Las mujeres no aman nunca los que se enamoran locamente de ellas.

Qué razón tienes, jodío.

Ahora me despido, he quedado con esos dinosaurios sin gracia del siglo XV. Ya nos veremos por ahí. Espero que pronto.


6 de noviembre de 2011

Una ventana al bosque

Mi ventana nunca ha dado al bosque ¿sabes? Pero vamos a fingir que sí. Así podré contante cosas antes de que te duermas y será mucho más interesante que mirar al techo hasta que al sueño le dé por venir.

No te preocupes, de los dos yo soy la de las letras, así que pondré yo las palabras ¿te parece? No hace falta que digas nada. Sólo escucha ¿quieres?

Deja de mirarme así, me harás perder el hilo de los pensamientos que he arrastrado hoy hasta estas sábanas y te quedarás sin cuento.

¿Me dejas acomodarme en tu pecho? Gracias, creo que no hay un lugar más cómodo en el mundo que este.

Como te decía, mi ventana da a un bosque. Ahora es otoño y el suelo está cubierto de las hojas que se le van cayendo a los árboles. Los troncos de estos árboles están forrados de musgo. Casi todos. El musgo debe ser bastante blandito, eso parece por lo menos. Cuando veo esos troncos, sonrío, porque me acuerdo de Machado y aquel olmo suyo.

Ahora todo está inundado por una tenue bruma. A mí es uno de los paisajes que más me gustan del mundo.

A veces salgo de casa y, cruzando la verja que separa mi casa del bosque, camino entre los árboles. Siento la humedad en la piel. Y en el pelo.

Y miro hacia arriba. Me da un poco de pena ver las ramas de los árboles tan desnudas, pero el sol se filtra entre ellas. No puedo describir con palabras como la luz inunda mis ojos en ese momento. Supongo que los debo entornar, pero allí no hay nadie para confirmármelo. Ni una sola alma.

Llevo mis botas de agua, porque el suelo está húmedo del chaparrón que cayó la pasada noche. Ya sabes que me encanta saltar sobre los charcos. También tengo enrollada al cuello mi bufanda, así que escondo la nariz en ella porque siento que se me empieza a enrojecer del frío.

¿Te aburro? Parece que cierras los ojos. Quizá sólo estés imaginando mi bosque. Quizá ya te hayas dormido y estés ahora mismo paseando por él.

Sea como sea…

Cerca de mí hay una roca de buen tamaño, me llega hasta la cintura. Me apoyo en ella y saco el libro que ahora mismo estoy leyendo. Me río en medio del bosque. Algún día te lo dejaré, Poncela es uno de mis autores favoritos, siempre consigue sacarme una carcajada con su ingenio.

La luz grisácea del otoño se me está volviendo amarilla, debe estar cerca el anochecer. Me vas a permitir que vuelva a casa, porque ya sabes que en el bosque, y eso es algo que nos han enseñado todos los cuentos, siempre duermen criaturas peligrosas.

Cierro mi puerta con llave. Hace frío.

Ahora sé que estás dormido. Respiras con tranquilidad. Te acaricio la cara y sonríes, pero gracias a Dios no te despiertas. Me voy a acomodar un poco más en ti. Me gusta la sensación de estar entre tus brazos.


3 de noviembre de 2011

Te mentiré y te traicionaré siempre.

-Hay una isla. Un lugar habitado sólo por dos clases de personas: caballeros y escuderos. Los escuderos mienten y traicionan siempre, y los caballeros nunca... ¿Comprendes la situación?

-Claro. Caballeros y escuderos. Lo entiendo.

-Bien. Pues un habitante de esa isla le dice a otro: te mentiré y te traicionaré... ¿Comprendes? Te mentiré y te traicionaré. Y la pregunta es si quien habla es caballero o escudero... ¿Tú que opinas?




Déjame estar debajo de tu almendro, Eloísa

SEÑORA.—Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...
AMIGO.—Muy mala, señora Gregoria.
SEÑORA.—Y que a perro flaco to son pulgas.
AMIGO.—También.
MARIDO.—Pero, al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usted?
AMIGO.—Eso, desde luego. Como que después de un día viene otro, y Dios
aprieta, pero no ahoga.
MARIDO.—¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié
con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no
piensa al otro se le ocurre. Pero de casta le viene al galgo el ser rabilargo; el padre de
Melecio siempre ha sido de los que quítate tu pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y
genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a
darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO.—Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA.—Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO.—Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa
te echará, yo me dije, digo: «Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el
cántaro a la fuente, que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal
tiempo buena cara, y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último».
SEÑORA.—Y los malos ratos, pasarlos pronto.
MARIDO.—¡Cabal! Conque le abordé al Melecio, porque los hombres hablando se
entienden, y le dije: «Las cosas claras y el chocolate espeso: esto pasa de castaño oscuro, así
que cruz y raya, y tú por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto,
no me acuerdo». Y ¿qué le parece que hizo él?
AMIGO.—¿El qué?
MARIDO.—Pues contestarme con un refrán.
AMIGO.—¿Que le contestó a usté con un refrán?
MARIDO.—(Indignado.) ¡Con un refrán!
SEÑORA.—(Más indignada aún.) ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO.—¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO.—¿Qué le parece?
SEÑORA.—¿Será sinvergüenza?
AMIGO.—¡Hombre, ese tío es un canalla, capaz de to! (Siguen hablando aparte.)

Eloísa está debajo de un almendro.

Venga, va. Vente conmigo al cine. Vamos a volvernos absurdos. Háblame con refranes. Indígnate. Vamos a matar el tiempo haciendo el imbécil.
Estoy cargada de teína, cafeína y todas esas sustancias excitantes
¿Vas a poder seguirme el ritmo? Salgamos a correr. O hagamos flexiones. Vamos a cuidarnos. O no.
Déjame que te cuente lo que estudio. Prometo no aburrirte demasiado. Absurdicemonos, por favor. Ponceleemos un rato. O quizá quieras intentarlo con Don Mendo. O con Mihura.
Sé castizo conmigo. Vamos a arrastrar las palabras como si estuvieramos cantando un chotis en la verbena de la Paloma.

Venga, va, llévame al teatro esta noche.

31 de octubre de 2011

No tu nombre, quiero el suyo.


Gracias. No. En serio. Es un juego privado. Te dejo que hoy me des fuego para fumar. Pero aquí se acaba todo. Tú no eres él. No quiero tu nombre, quiero el suyo. Ese es el punto. Es él quién me tiene que desvelar por las noches. Que sí, que no se da por aludido. Quizá juegue un rato más. O quizá me canse y me vuelva directa. Se acabaron los paños calientes. Es él. Es ÉL.
(Mierda, mierda, mierda)
¿Qué? Perdona, no te estaba escuchando. Alguien gritaba en mi cabeza ¿Qué? No, no te suelo hacer mucho caso. Deja de querer cosas de mí. Tú tienes los paños calientes. Conformate con eso. No quiero volverte a repetir que tú no eres, ni serás nunca, él. Por suerte y por desgracia para ti, contigo no quiero jugar a morder y hacer sangre.

30 de octubre de 2011

Madame Des Glaces

La reina del hielo extendía sus dominios bajo mi piel. Mi cuerpo era su ciudad y su reino. Controlaba las emociones, los gestos, las palabras. Exhalaba a través de mi boca su gélido aliento. Era yo una marioneta en sus manos caprichosas y calculadoras. Se adueñaba de mis miradas, interrumpía a mis sonrisas y las distraía para que no se asomasen a mi labio.

Había dejado que se apropiase de mí. Era la capitana ideal para el barco a la deriva que me tocaba manejar. Sentía admiración por ella, me sentía orgullosa de su estancia en mí. Podríamos decir que confiaba en ella hasta la adoración.

Pero dentro del palacio de hielo no todo estaba como yo pensaba. Ella era sólo otra mujer. Tenía las mismas debilidades que yo. Sus fuerzas flaqueaban y veía, día tras día, como los muros de grueso hielo se iban reduciendo y encharcando el suelo cada día un poco más. Cada vez quedaba menos hielo y cada vez había más agua alrededor. Lo contemplaba impotente y se preguntaba qué sería aquello que había hecho mal. Su carácter taimado no había cambiado en absoluto, pero sentía que dentro de aquellos hielos que le helaban la sangre había comenzado a surgir una llamita, que estaba destruyendo todo aquel perfecto equilibrio en el que siempre había vivido.

La noté extraña aquel día. Dejó que uno de esos charcos que inundaban en palacio por dentro se escapara por uno de mis ojos. Noté la lágrima cayendo por mi mejilla

-¿Qué es lo que pasa aquí?

-Perdona, se me ha escapado, no volverá a pasar.

-¿Está bien, Madame?

-Sí, no te preocupes. Estoy teniendo problemas de calor.

-¿Sofocos?

-Algo así. Descansa, voy a solucionarlo, ¿vale? No te preocupes y duérmete.

Por supuesto, me fié de ella. Y ahora la miro de soslayo, preocupada porque no pueda hacer frente a la inundación que se le puede venir encima, pero preparada para buscarle un sitio fresquito en el que pueda vivir si finalmente no consigue hacer frente al calor. Ella me cuida, yo la cuido.

Ven, métete en este copo de nieve, Madame.

No llueve. Nieva en la niebla.

26 de octubre de 2011

Apócope

Siempre he ido cayendo. Cayendo en vicios y en virtudes. Cayéndome de pedestales. Cayendo por las escaleras. Caer.

Como en ese instante en el que estás medio despierto, medio dormido y te sientes caer, pero sigues en tu cama. A mí esos momentos me hacen sonreír.

Cadere.

Síncopa de oclusiva intervocálica.

Caere.

Apócope de -e.

Caer.

Y desaparecer del mapa.

Todos odian caer. No, lo malo no es caer. Lo malo es dónde caer.

Caer en el olvido. Caer entre algodones. Hay diferencias. Caer por el precipicio. Caer y pedir la mano para levantarse. Caer al asfalto. Caer a la lona.

Cáete conmigo. Cásate conmigo. Cágala conmigo. Compra comino. Pierde la razón conmigo. Intenta seguirme el ritmo. Espérame al fondo del precipicio.

Apocópate conmigo.

¿Qué esperas? Llega, dame la mano.

23 de octubre de 2011

No me pierdas las llaves del cielo

O mejor aún. Tíralas al mar.

Vamos a jugar. Vamos a escupirnos, a insultarnos, a tirarnos los trastos a la cabeza. A gritar. A maldecir y blasfemar. Vamos a odiarnos.

Y luego… vamos a parar el tiempo. Bésame y hazme olvidar lo mucho que querría matarte en algunos momentos. Haz que olvidar todas los celos que se me cuelan debajo de la piel, todos esos reproches que te guardo en una cajita. Esos que te tiro a la cara cuando discutimos. Venga, va, hazlo por mí. Y déjame que te muerda, pero esta vez sin hacerte daño, venga, va.

Vamos a jugar, peligroso, que sabes que me gusta. Y vamos a tomar una ducha, para que parezca que llueve. Como si nos quisiéramos y todo. Y déjame atrapada entre tu pecho y una pared y que se me quite la tontería. Y que no haya nada más allá de tu boca. Y déjame que me complique la vida contigo cuando me aburra. Y que tenga que hablar de ti, y analizarte por las noches con mi Tristán.

Cánsame, quítame las ganas de jugar, de todo. Envenéname como lo hacías antes, cuélate en mis sueños. Haz que tus defectos me parezcan irresistibles. O que simplemente desaparezcan. Recítame cosas al oído, ya escritas o inventadas en el momento. Sácame partido, aprovéchate de mí. Desgástame, desgástate conmigo.


Pero, por favor, dame de una vez la vacuna de este resfriado de mierda, porque te juro que como vuelva a tener escalofríos al escuchar esa música que tanto me gusta, iré hasta tú casa y no respondo de lo que allí pueda pasar.

El día que no pueda más, voy a matarte.

22 de octubre de 2011

Me produces los mismos escalofríos que Scarlatti

Siempre he sido muy de quedarme absorta con el sonido de un piano. Me gustaba, me adormecía, me reconfortaba, me fascinaba.

De hecho mis primeros recuerdos musicales se remontan al “Para Elisa”, esa canción que era la nana que nos relajaba para que cerráramos los ojitos y descansáramos nuestras cabezas sobre el pupitre en Infantil.

Luego vinieron las sonatas. Muchas. Demasiadas como para recordar sus nombres o sus números.

Y la sonata de Luz de Luna. Esa me acompañó muchas noches.

Y sin caer en el olvido, pasaron a un segundo plano. Siempre eclipsadas por algo más. Siempre a la sombra del Concierto de Aranjuez.

Y la he encontrado. “Sonata del escalofrío directo a la médula espinal” debería llamarse. Scarlatti. Sonata in B Minor, K. 87.

Bienvenida. Gracias por llegar. Instálate aquí, en mi piel de gallina. O mejor aún, en la médula. Duerme ahí. Hazme tener escalofríos. Dame miedo. Dame angustia. Dame tu magia.


20 de octubre de 2011

Diluvio bilateral



Tan frágil como un cristal. Ese equilibrio trágico que no se sabe cuanto va a durar. Es dificil de saber cuando todo se precipitará al vacío ¿No crees?
Y ahí estás tú, al borde del precipicio, sin sabes si saltar, imaginando como sería... Creyendo que no es verdad. Y la exposición, el no encontrar un sitio donde refugiarse. O el descubrir que no importa mojarte.
Y entonces llega alguien con un paraguas. A protegerte.
-Gracias
-Tú hubieras hecho lo mismo
-Aún así. Gracias


19 de octubre de 2011

Tu amor fue como el Vicks Vaporub

Me congestionaba el pecho que no estuvieras aquí, no tenerte.
Sin ti, no podía respirar.
Entonces aparecías. Te reconocía desde lejos. Notaba tu aroma fresco. Y me abrazabas y entonces todo funcionaba mejor. Mis pulmones parecían ensancharse en tu presencia. Volvía a respirar en stereo como a ti te gustaba decir. Respirar hasta dolía. Y tenía un cosquilleo constante en el pecho.
Ves, tu presencia me hacía respirar mejor, me hacía sentir mejor. Para mí, tu amor era como el Vicks VapoRub.

(Esto es lo que pasa cuando alguien no se cree que el Vicks Vaporub sea todo amor... Pero queda demostrado que puede ser lo más romántico del mundo)

18 de octubre de 2011

Nunca llueve a gusto de todos


-Yo me construí una muralla, para protegerme ¿Entiendes lo que quiero decir? A mí me gusta la independencia y estar enganchado a alguien te deja sin ella, o la pierdes de alguna manera

-Te comprendo… pienso igual que tú en ese sentido

- Él y yo estamos en dos sintonías distintas, así que yo me construí una muralla que parecía muy fuerte, sólida. Pero como todas las murallas algún fallito tuvo que tener. Y cuando llueve, moja y cala. Así que se coló un poquito de agua... sólo un poquito y mojó ¿Me sigues aún?

-Por supuesto que te sigo (al menos eso creo) ¿Y puede ser que para ti esa gota fuera más fuerte de lo que pensabas?

-Esa gota... es molesta. Como cuando tienes una gotera. O la arreglas o dejas que se inunde el piso. Y lo malo de las goteras es que mientras no llueve no te acuerdas de ellas. Así que lo que me pasa con "este problemilla de humedades" es que, o dejo que se me inunde la casa, o la arreglo, pero no la puedo dejar ahí. Y mientras me decido por una cosa u otra, he plantado un cubo debajo. Y veo como se caen las gotitas. Hasta que el cubo se llene o la gotera se seque.

-Pero las goteras no se secan solas… se pueden ocultar, dejar que sigan, o arreglar ¿Y tú, prefieres picar el techo, cambiar la tubería y volver a sellar, o simplemente dar una capa de pintura?

-Este tiempo creo que le he dado una capa de pintura. Pero para arreglar la gotera, lo mejor es que el techo esté seco. Y ahora, el techo vuelve a estar mojado. Ha vuelto a llover. Y esta vez no he visto llegar la tormenta. Me ha pillado sin paraguas

-¿Y llueve ahora con más fuerza que antes?

- Llueve... que no es poco. Y estoy aquí con el cubo en la gotera y el chubasquero puesto. Sin saber qué cojones hacer. Nunca llueve a gusto de todos ¿no?

- Porque en el fondo sigues protegiéndote y a lo mejor es necesario que te mojes.

- Pero... ¿Y si me mojo y me cojo un constipado tonto?

-Para el constipado existen medicinas y con el tiempo todo se cura. Todos podemos ponernos enfermos, es normal

-Con esa frase me acabas de hundir, ¿lo sabes?



Llueve en el canal... Y así, siempre.

17 de octubre de 2011

Cuando no hace falta decir nada más.

No nos interrumpimos. Hablamos y soltamos lo que tenemos que soltar. Y sólo esperamos a que la otra asienta. No se necesita nada más. No hace falta nada más. Y nos entendemos jodidamente bien.
Es así y así es. Y están de más las preguntas. Las cosas salen solas, cuando tengan que salir. Después de un cocido o de indicar malamente con nuestro inglés a unos guiris cualquieras.
Y volvemos a una metáfora que empleamos siempre. Y ya está, no se necesita nada más. La procesión va por dentro.
Sólo por esos momentos, yo prefiero la horca que traicionar nada de lo que pueda salir de ahí.Y están de más algunas frases. Y las promesas, porque yo te cuento y tu me cuentas y así siempre.

Y luego, como somos unas frikis lerdas, Castle en vena. Y así siempre. Y nada más (Aunque ha quedado demostrado que me superas... ejem, friki)


She Crrrried...
Siempre Tristán, da igual cual de las dos sea. Ésta va por ti.

14 de octubre de 2011

-Hola, ¿está el surrealismo?... Que se ponga

Era la chica del barrio alto, él del sur de la ciudad...

Eso es lo que suena cada vez que alguien me llama. Miro la pantalla. Dos letras ¿Qué cojones...? ¿Lo cojo? No... bueno, venga sí que sea lo que Dios quiera.

Descuelgo con un hola.
Se presenta.
Sé quien eres.
Me dice por qué me está llamando, con lo que ha sido para estas cosas.
Se disculpa.
Yo sonrío en mi casa, porque oigo su voz dubitativa, con ese tonillo de disculpa, de estar avergonzado.
Dice que ha hecho examen de conciencia.
Le perdono.
Sigue excusándose.
Pienso en lo mucho que tendría que disculparse, pero no se lo digo.
Le escucho y sigue hablando.
Le expongo lo que pienso, no todo, porque no terminaríamos.
Dice que lo entiende, que me entiende.
Y vuelve a pedir perdón y se vuelve a excusar.
Yo no sé qué más decir, parece que él tampoco.
Nos despedimos, no sin antes planear vernos, no pronto, pero algún día, sí. Y poder hablarlo con más calma.
Colgamos.

Y así... nunca había pasado.

12 de octubre de 2011

Yo te prometo que no voy a llorar. No

A ver, ¿qué es eso de que las mujeres somos las frágiles de la relación, las que se enamoran, las que beben los vientos por el otro...?
Y las malas, siempre somos las malas. Si te enamoras, malo. Si pasas de él, peor.

¿Y quién os entiende a vosotros?

Que no me hace caso, me pongo a llorar. Que nunca será mía, me pongo a llorar. Que está con otros, me pongo a llorar.
Y yo callo, y río, y bebo, que diría Vetusta.

Que no es mi culpa, que yo no hago nada, que no. Que soy así. Que no.
Que a mí no me verás llorando apoyada en un árbol, que no, que no, que no.

Ahora me voy con mis problemas, que son los mismo que los tuyos, hombretón, pero sin lágrimas.

6 de octubre de 2011

Mamá, me toman por el pito del sereno

-Hola. Me toman por el pito del sereno, mucho gusto

Que ya lo sé, que soy una tía graciosa y esas cosas, que os reís mucho conmigo y todo lo que vosotros queráis... Pero en realidad yo soy una persona muy seria

(Soy una persona tan seria, tan seria, tan seria, que soy capaz de decir tres veces sin reírme: Tururú pajarito, tururú pajarito, tururú pajarito...)

Vale, lo mismo no comparto con vosotros mis pensamientos profundos sobre la insoportable levedad del ser y me quedo con el "Un cacahuete en una piscina ¿sigue siendo un fruto seco?", pero eso es porque prefiero una sonrisa a un ceño fruncido. Eso es egoísmo.
Aún así, he de decir que, joder, en serio, soy capaz de dejar el disfraz de humorista un rato y poner los pies en el mundo real. Eso ya deberíais saberlo.

(Repito:Soy una persona tan seria, tan seria, tan seria, que soy capaz de decir tres veces sin reírme: Tururú pajarito, tururú pajarito, tururú pajarito...)

Soy una persona seria, sé recitar teatro barroco (Eso que conste en acta, señoría) Que yo también lloro y esas cosas. Pero poco y en intimidad. Porque he decidido tomarme la vida como si esto fuera el coño de la Bernarda, y que las nubes mojan cuando llueve, pero que llueva es divertido y en los charcos se puede saltar.

Que yo leo poesía de postguerra, que soy una tía muy seria... y obras de Poncela, sí. Que el dramón está muy bien, pero el absurdo mola más.

(Soy una persona tan seria, tan seria, tan seria, que soy capaz de decir tres veces sin reírme: Tururú pajarito, tururú pajarito, tururú pajarito...)


2 de octubre de 2011

Domingo en la cama


Vamos a perder el tiempo un rato.


Lo que yo venía a decir es que los domingos son para pasarlos con la persona que te hace sonreír el lunes por la mañana y el sábado por la noche.
Esa persona a la que no le importa tenerte toda la noche durmiendo en su pecho. Aquella persona a la que sonríes al despertar y a la que dices "Buenos días" con esa voz de recién amanecido que sólo quiere remolonear unas cuantas horas más en la cama. Esa persona que te deja usar su camisa como "salto de cama". Aquella a la que no te importa hacerle el desayuno. Esa persona a la que miras ensimismado mientras hace cosas cotidianas. Aquella que soporta cualquier música sin inmutarse y soltando un "Pues no está demasiado mal" sólo porque sabe que a ti te gusta. El que te tapa con la sábana para que no cojas frío. Con esa persona se deberían pasar los domingos.
Con un libro entre las manos y los pies sobre sus piernas, sin que se queje. O viendo una peli de esas que a mí me gustan, una española. Sin que se queje.



26 de septiembre de 2011

Cuac!


Anatidaefobia: Temor de que en algún momento en algún lugar, un pato te esté observando.

No, si cuando mi madre dice que hay gente para todo tiene razón. Cosas como estas lo demuestran.

Por eso cada vez que alguien me mire raro, o que me sienta terriblemente friki pensaré, eh, en algún lugar del mundo alguien tiene miedo a que un pato le esté observando. Y me reiré de mí misma.

Si hay gente pa'to.

(Te pongo esto a ti, pequeño pony, para agradecerte que a lo largo de las tardes muertas que nos pasamos delante del ordenador acaben saliendo cosas tan surrealistas como estas. Cuac!)


23 de septiembre de 2011

Mátame o dame la vida; da un medio a tantos extremos

Sonreír en los chistes que ya no te producen una carcajada porque están tan interiorizados que forman parte de uno mismo.
Reír abiertamente al descubrir ese nuevo aire. Y pensabamos que no se podía mejorar.
Temblar ante esas palabras, pero sobre todo porque sabes lo que viene detrás.
Enfadarse durante un segundo por las mutilaciones. Sólo un segundito de nada.
Y sonreír, así, tímidamente, de vuelta a casa sola en el autobús. Porque eso es lo que te empujó a ser lo que eres. Porque aún hay magia. Porque aún puede sorprenderte. Porque es ya un compañero de viaje, eterno. Siempre me va a acompañar, lo quiera o no.

22 de septiembre de 2011

¿Cuándo empezaste a saber tanto de todo?

-¿Fue al entrar en la facultad?
-No, fue cuando descubrí que era libre para buscar la verdad, o inventármela. Y se me da mejor lo segundo.





19 de septiembre de 2011

Nuevo curso en facultad vetusta como ella sola.

Impresionantes e impresionados de sí mismos, misteriosos, prestigiosos y prestigiándose avanzan lentos y graves por los pasillos de la facultad de Letras con libros extraños bajo el brazo y quién sabe qué abrumadoras órdenes sobre la conciencia, levantando a su paso invisibles oleadas de peligro, de consignas, de mensajes cifrados y entrevistas secretas, provocando admiración y duda y femeninos estremecimientos dorsales junto con fulgurantes visiones de un futuro más digno. Sus nobles frentes agobiadas por el peso de terribles responsabilidades y decisiones extremas penetran en las aulas como tanques envueltos en la humareda de sus propios disparos, derriban los núcleos de resistencia, fulminan rumores y envidias, aplastan teorías y críticas adversas e imponen silencios: entonces es cuando a veces se oye, como en el final brusco de un concierto, esa voz desprevenida, pillada en plena confidencia, parece una sola, larga, tartajeante y obscena palabra:
-... y pecemeparecepecepertenece.

Últimas tardes con Teresa.

17 de septiembre de 2011

Conversaciones a través del tiempo


A mi yo de 2006: Vengüenza te tendría que dar. Hoy he encontrado nuestro diario. Nuestro yo de 2004 escribía mejor que tú, y con menos faltas, lo que es alarmante. Gracias a Dios ahora soy yo la que se ocupa de la escritura (¿Pero qué clase de futura filóloga eras, querida?)
Tengo que decirte que aquellos chicos por los que suspirábamos ahora son nombres diluidos en el tiempo ¿Los recuerdas? Aquellos sin los que no podías vivir. Aquellos que nunca llegaron a nada. Ésos.
Lo primero que he pensado al empezar a leer es que era una puta retrasada (Te parecerá bonito hacerme sufrir así...) Luego he recordado que las hormonas de la adolescencia estaba de por medio.
Conseguiste llegar a la facultad ¿sabes? ¡Y te libraste por fin de las matemáticas! Si te dijera que fue dificil te mentiría. Seguimos teniendo tanta suerte como antes.
Eso sí, seguimos queriendo comernos el mundo. Como siempre, vamos. Hay cosas que no han cambiado por muchos años que hayan pasado.
Como cuando se nos podía la piel de gallina al ver las imágenes del atentado de Atocha. Ahora ya no impresiona tanto, porque me he vuelto más insensible a todo. Pero no he podido evitar recordarlo hoy. Nuestro yo de 2004 lo reflejó en su diario ese mismo día. Estuvimos preocupadas. Mucho.

En una de las páginas de esos recuerdos teníamos un secreto que no podíamos contarle al diario. Ya no me acuerdo de que era. Una tontería, seguro, pero posiblemente entonces sería importante. Vete tú a saber. Ya nunca lo sabremos, creo yo.
Ahora te dejo, tengo que hablar con alguien a quién todavía no conocemos.

Señorita Mer del futuro: En primer lugar, espero que hayas terminado la carrera, entre otras cosas porque significará que en 2012 no se acabó el mundo y no tiré el último año de mi vida entre la historia del libro, la del español y las literaturas hasta el siglo XVIII.
Habrás aprendido de mis errores, supongo, de los que ya he cometido, de los que estaré cometiendo ahora y de los que cometeré. Y si no... Eres una jodida inútil (Y no rechistes, sabes que es así)
¿Has conseguido que sentemos la cabeza? ¿Te pareceré una imbécil ahora? ¿Seguiremos teniendo la misma letra que tanto le gusta a mamá?
Haz deporte, come sano y esas cosas... que ya tienes una edad para empezar a cuidarte, querida.
Cuídate, termínate de una vez Cien años de soledad y encárgate de hacernos feliz.
(P.D. Espero que siga habiendo buen cine español de ese que nos gusta, o a esas alturas nos sabremos los guiones de todas las películas de Almodóvar, Médem y Pilar Miró de memoria)

15 de septiembre de 2011

The end?


Todas las historias deberían tener un final. Eso es lo que nos enseña el cine.
No siempre el final será bueno. No siempre será previsible. No siempre nos gustará.
Tampoco tiene por qué ser definitivo. Para eso están las segundas partes (De esas que dicen que nunca fueron buenas, pero ahí esta El padrino II para callar muchas bocas)
Pero el final es necesario. Dejar una historia a medio acabar es tirar la toalla. Y lo digo yo, que me dejo los libros a la mitad muchas veces. Pero el final es necesario.
Por eso esto aún no ha acabado. No hasta que en la pantalla no salgan los títulos de crédito.


Ahora nuestra película está en stand-by.

11 de septiembre de 2011

A mitad de camino

Dejé las cosas a medio hacer. Siempre. Desde pequeña. Las retomé y las volví a dejar. Era un mal vicio, siempre igual

Y tú no fuiste una excepción. También te quedaste a medio camino. En medio de la nada. Despareciste con la bruma, entre la niebla.

Puede que algún día te retome, pero no te puedo prometer nada.
Puede que se me olvide. No sería la primera vez.

7 de septiembre de 2011

Vuelta a todo lo que se dejó descansando

-Yo no quiero ir más al cole, mamá, por favor.
-Venga, anda, que ya verás lo bien que te lo vas a pasar.

Y era verdad. El reencuentro era un momento mágico. Pero ahora ya no hace falta volver al colegio para ver a esas personitas que se echan de menos. Por eso yo este año no quiero volver al cole, mamá.

Sí, ya lo sé. Hay cosas que no nos gustan pero que tenemos que hacer. Yo soy la primera que lo sabe, pero este año no quiero volver, no del todo.
Yo lo que quiero es estar leyendo en casa, escuchando música... no escuchando a unos dinosaurios hablando de gente muerta.
Vale, es es un poco mentira. No te puedo mentir, porque sabes que llevo años pensando en estudiar lo que estoy estudiando. Pero a veces me encantaría saltármelo, ir al último nivel, hacer trampas como en los juegos de la Wii.
Tampoco me hagas mucho caso, es en parte por la presión de ir por primer año a Septiembre. Ya sabes que cuando estoy con exámenes me pongo muy tonta y me da por pensar cosas absurdas.

Nada más, tenía que decírtelo, para que se me fuera la tontería. Ahora tengo muchas más ganas de volver a todo lo que dejé al principio del verano.
Gracias, mamá, siempre eres de ayuda. Ahora voy a dedicarme a hacer el tonto por ahí un rato, que sabes que me gusta mucho. En serio, gracias por estar ahí.

6 de septiembre de 2011

Hacia lo salvaje

Algo ha cambiado. Se acerca el otoño, que siempre ha sido mi momento de esplendor.
Volar peligrosamente, muy cerca del sol. Quema. Me atrae.

El peligro.
"No tenéis ni idea de lo alto que puedo volar".

A ver quién es el guapo que me calienta la cama ahora que vuelve a hacer frío. ¿Algún valiente? ¿Algún descerebrado? ¿Algún loco inconformista?

El casting estará abierto de 8 de la mañana a 10 de la noche de lunes a viernes. Y los fines de semana en horario ininterrumpido.

3 de septiembre de 2011

Sobre el cambio y el cine español (O cine, a secas)

Ha vuelto. Ella. La obsesión. Y ellos, todos los que le acompañan siempre a mi cama.
Ahora dormimos todos juntos, sin molestarnos demasiado. Hemos sido compañeros de aventuras mucho tiempo.


-¿Por qué has vuelto?
-Tú me lo has pedido.
-Siempre vienes cuando más te necesito.
-Siempre. Ahora quieres un cambio ¿lo sabías?
-Lo suponía.
-I'm your keeper. Ahora todo vuelve a ser como antes.
-Siempre estarás aquí, cuando yo te necesite ¿verdad? Nunca me dejarás.
-No, siempre estaré aquí, aunque a veces no me veas. Siempre.
-Ven, duerme conmigo, como has hecho siempre ¿Me abrazarás esta noche?
-Te abrazaré todas las noches de tu vida si es lo que quieres.
-Es lo que quiero. Me haces recordar lo que me hace sonreir.
-Siempre.

Ella, la obsesión es la eterna sonrisa. Plasmada en la pantalla del ordenador, de la tele, del cine. Ella, o él. O ello. Siempre.
Hasta que todo explote.

28 de agosto de 2011

Morir matando

He dejado de buscarte y eso que parecía imposible. He dejado de pensar en un "nosotros".
Ya no. Ya no.
Ahora está todo perdido, por mi parte al menos es así. No te sorprendas, que tú te lo has buscado. No te sorprendas, sabes que es así. Has dejado de ser... necesario, en tu medida. Menos mal, no hubiera soportado quedarme enganchada a ti.
Así que aquí estoy yo, libre, un poco enfadada, pero satisfecha de algo que había creído desaparecido en combate.
El invierno se acerca y ya no estarás metido en mi abrigo.

22 de agosto de 2011

Lo reconozco, no sé disimular

-Mira al tío que está detrás de ti, pero disimuladamen.... ¡¡DISIMULADAMENTE, JODER!!

No lo voy a negar, soy demasiado despistada como para aprender a disimular a estas alturas.
Así que voy a escupirte (con perdón) directamente esto a la cara... A ver, límpiate... Un poquito más a la izquierda. Perfecto.


31 de julio de 2011

El dragón te va a morder



Ni eres Jorge, ni yo la princesa, así que encierra a ese dragón en una bola de nieve y vamos a quemar la noche.

Vamos a jugar a un juego

¿Te apetece?

Yo te voy a mentir, te voy a engañar, me voy a engañar a mí misma y me voy a ir muriendo cada vez un poco más por ti.

No vale tener sentimientos fuertes. No vale enamorarse, no vale odiar al otro por ser un idiota distraído… Ves, esto es todo mentira. Todo vale, pero hay que engañar al otro. La clave está en besar y no hablar demasiado. Y acariciarnos. Ahora es cuando me toca engañarme, y pensar que no necesito alguna caricia más.

Hemos aprendido bastante bien las normas…

Lo de morir el uno por el otro lo dejamos para las tragedias de Shakespeare mejor, ¿no?


Te dije que encerraras al dragón. Ahora tiene el corazón en sus garras. Estamos a su merced.

Te parecerá bonito…

11 de julio de 2011

Manual de instrucciones

Posiblemente no sea la mujer más fácil de querer. Por mis obsesiones, por mis neuras, porque seré insoportable por momentos.

Tú aún no lo sabes, pero habrá mañanas en las que me despierte odiándote sin ninguna razón. Posiblemente me refugie en mis libros. No intentes sacarme de ellos, porque harán que esa misma noche quiera morir por ti.

Buscaré a otro hombres en ti. No te pongas celoso, será a Teodoro o a Coy a quien busque, incluso a Barciela. En realidad también buscaré a Diana y a Tánger y a Julia Buendía, pero en mí. Esas historias que siempre quise para nosotros.
Tendrás que conseguir que me olvide de ellas escribiendo una mejor.

A veces tendré ganas de llorar y tú no lo sabrás. Por si acaso, cada mañana, abrázame y dame un beso en la frente.

Me pondré caprichosa. Te pediré mil cosas que se reducen a una: Te quiero a ti.

No te obligaré a ver cine español, pero siempre estarás invitado a mis sesiones privadas.

Tú recítame al oído el "yo me voy, señora mía, yo me voy, el alma no" y me tendrás en tus brazos.

Usar con moderación y bajo la supervisión de un adulto.

9 de julio de 2011

La obsesión de tu vida

Obsesiones. Siempre estarán hechas de palabras, de una u otra manera.
Todos tenemos la nuestra. Una de verdad, una eterna, una que dejaríamos que nos marcasen en la piel, una que elegiríamos por encima de todas las cosas, una que nos hace sonreír al acordarnos de ella en cualquier parte del mundo, una que nos acaricia a su manera, que nos ayuda a dormir.

¿La mía? La mía... viene de lejos, ya estaba allí antes de que yo tuviera consciencia de ella. Estaba esperando su momento, que le dieran una oportunidad.

Dos protagonistas:
La cazadora y el regalo de Dios. Y su historia, de las pocas que me arranca una sonrisa bañada en lágrimas de vez en cuando.

Y el deseo, desde el minuto uno, de ser uno de ellos. Siempre pensé en la cazadora. Ella y sus medias sonrisas y sus palabras aterciopeladas. Ella sería. Yo sería.

Pero no fue así, porque el destino nos guarda sorpresas en el camino. Sorpresas como vivir en tu pequeña obsesión, pero no en el papel que querrías.
El cazado, el regalo de Dios, el secretario. Todo lo que yo querría para mí, pero desde mi papel de Cazadora.
No pudo ser, nos cambiamos los papeles. Y me tocó dejarme cazar y aguantar las idas y venidas de sus caprichos. Como a él.
Aún así, ¿quién se puede quejar? El final de la historia que yo conozco no es malo. El desarrollo y lo que venga ahora, de lo que me toca vivir en carnes propias, no puede estar mal.

Parad, detened el brío...

3 de julio de 2011

Sal con una chica

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.


Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.


Para mí siempre serán más encantadoras las chicas que leen, porque yo soy una de ellas.