31 de julio de 2011

El dragón te va a morder



Ni eres Jorge, ni yo la princesa, así que encierra a ese dragón en una bola de nieve y vamos a quemar la noche.

Vamos a jugar a un juego

¿Te apetece?

Yo te voy a mentir, te voy a engañar, me voy a engañar a mí misma y me voy a ir muriendo cada vez un poco más por ti.

No vale tener sentimientos fuertes. No vale enamorarse, no vale odiar al otro por ser un idiota distraído… Ves, esto es todo mentira. Todo vale, pero hay que engañar al otro. La clave está en besar y no hablar demasiado. Y acariciarnos. Ahora es cuando me toca engañarme, y pensar que no necesito alguna caricia más.

Hemos aprendido bastante bien las normas…

Lo de morir el uno por el otro lo dejamos para las tragedias de Shakespeare mejor, ¿no?


Te dije que encerraras al dragón. Ahora tiene el corazón en sus garras. Estamos a su merced.

Te parecerá bonito…

11 de julio de 2011

Manual de instrucciones

Posiblemente no sea la mujer más fácil de querer. Por mis obsesiones, por mis neuras, porque seré insoportable por momentos.

Tú aún no lo sabes, pero habrá mañanas en las que me despierte odiándote sin ninguna razón. Posiblemente me refugie en mis libros. No intentes sacarme de ellos, porque harán que esa misma noche quiera morir por ti.

Buscaré a otro hombres en ti. No te pongas celoso, será a Teodoro o a Coy a quien busque, incluso a Barciela. En realidad también buscaré a Diana y a Tánger y a Julia Buendía, pero en mí. Esas historias que siempre quise para nosotros.
Tendrás que conseguir que me olvide de ellas escribiendo una mejor.

A veces tendré ganas de llorar y tú no lo sabrás. Por si acaso, cada mañana, abrázame y dame un beso en la frente.

Me pondré caprichosa. Te pediré mil cosas que se reducen a una: Te quiero a ti.

No te obligaré a ver cine español, pero siempre estarás invitado a mis sesiones privadas.

Tú recítame al oído el "yo me voy, señora mía, yo me voy, el alma no" y me tendrás en tus brazos.

Usar con moderación y bajo la supervisión de un adulto.

9 de julio de 2011

La obsesión de tu vida

Obsesiones. Siempre estarán hechas de palabras, de una u otra manera.
Todos tenemos la nuestra. Una de verdad, una eterna, una que dejaríamos que nos marcasen en la piel, una que elegiríamos por encima de todas las cosas, una que nos hace sonreír al acordarnos de ella en cualquier parte del mundo, una que nos acaricia a su manera, que nos ayuda a dormir.

¿La mía? La mía... viene de lejos, ya estaba allí antes de que yo tuviera consciencia de ella. Estaba esperando su momento, que le dieran una oportunidad.

Dos protagonistas:
La cazadora y el regalo de Dios. Y su historia, de las pocas que me arranca una sonrisa bañada en lágrimas de vez en cuando.

Y el deseo, desde el minuto uno, de ser uno de ellos. Siempre pensé en la cazadora. Ella y sus medias sonrisas y sus palabras aterciopeladas. Ella sería. Yo sería.

Pero no fue así, porque el destino nos guarda sorpresas en el camino. Sorpresas como vivir en tu pequeña obsesión, pero no en el papel que querrías.
El cazado, el regalo de Dios, el secretario. Todo lo que yo querría para mí, pero desde mi papel de Cazadora.
No pudo ser, nos cambiamos los papeles. Y me tocó dejarme cazar y aguantar las idas y venidas de sus caprichos. Como a él.
Aún así, ¿quién se puede quejar? El final de la historia que yo conozco no es malo. El desarrollo y lo que venga ahora, de lo que me toca vivir en carnes propias, no puede estar mal.

Parad, detened el brío...

3 de julio de 2011

Sal con una chica

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.


Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.


Para mí siempre serán más encantadoras las chicas que leen, porque yo soy una de ellas.

2 de julio de 2011

Exterior e Interior

No hoy no toca clase de Geografía. Los que me conocen saben que no es que sea mi materia favorita.

No, exteriores e interiores.

Exterior: Están juntos.
Interior: Estamos juntos, pero no como pensáis.

Exterior: ¿Pero por qué?
Interior: ¿Por qué?... Ah, espera, vale. No hay por qué que valga si negocias así conmigo.

Exterior: ¿Y después...?
Interior: ¿Y después...? Ya se verá. Carpe diem decían ¿no? Pues vamos a dejarnos de tonterías que aún no llegan

Exterior e interior. En realidad no es tan diferente. Sólo hay matices. Encantadores para mí, por otra parte.

Matices. Ahí está la clave de todo, en los matices.