24 de abril de 2013

#2404

No podía dejar de pensar en ello.
Llevaba todo el día sintiendo su aliento caliente en la oreja, de esa misma mañana cuando se le había acercado a susurrarle cualquier cosa indiscreta al oído.
Indiscreta porque hay cosas que por correctas que sean no se pueden decir en voz alta cuando se cotillea en un transporte pública.
Indiscreta porque ese aliento cálido, húmedo y pesado le había despertado todas las hormonas. Y ahora las hijas de puta no se querían volver a dormir.

La siesta es de cobardes. 

20 de abril de 2013

No es fácil. De hecho, puede que sea la cosa más difícil del mundo lo de quererte.
Los momentos que estamos juntos son tan cortos y tu ausencia tan larga que era imposible que fuera fácil.
Y que me recuerden lo horrible de la situación no hace que las cosas mejoren.

Rezo para que los planetas se alineen y sople el viento de levante y una mariposa bata sus alas en Tokio y así podamos vernos. Pero muchas veces lo difícil pasa a imposible. Entonces ya no sé a que atenerme.

No, no es fácil. Ni divertido. Es lo que hay.
Y sin embargo, te quiero. 

9 de abril de 2013

Insomnio para dos

Es de noche.
25, 6 km nos separan.
Demasiados.
25, 6 mm también serían demasiados.

Los últimos días hacía frío en la calle,
pero ahora, en mi cama,
hay calor para dos.

Te imagino. Nos imagino.
Maldita fantasía.
Y estás lejos y no te toco,
y hasta te duele la imaginación.

Mi cuello huérfano de besos
y tus lóbulos en el orfanato de mordiscos.
Mis manos no tienen tacto extraño que tocar.
Mi lengua aguarda 
tras la hilera de dientes que no muerden.
Y tú, lejos, en tu cama, igual.

Nos separan los kilómetros,
la noche, los libros,
la música y el aguardar.

Y casi puedo sentirte cerca
si cierro los ojos.
¡Pero qué malo es imaginar!

1 de abril de 2013

Definitivamente, el amor es una debilidad.
Antes era la reina de las nieves. Y apareció él. Y ahora se me hace un nudo en la garganta al explicar el significado del Adagio del Concierto de Aranjuez.
Con lo que yo he sido.
Amar nos hace débiles. Estamos pendientes del bienestar de alguien que está a kilómetros de nosotros casi la mayoría del tiempo (O al menos así es en mi caso) Dependemos de esa persona. De que a lo largo del día nos dirija una palabra más o menos cariñosa. Y con conformamos con eso cuando lo único que queremos es poseerla por completo. Porque el amor también es egoísmo. Y a veces se nos olvida que el otro tiene sus circunstancias.
(Ortega lo sabía bien)

Pero queremos. A pesar de las circunstancias. Incluso queremos a las circunstancias, porque hacen especial a la otra persona.
Cuando se quiere de verdad, pienso, no se desea cambiar al otro, porque nos enamoramos de los defectos también, que son parte de un pack indivisible, como los yogures.

El amor nos hace débiles, pero oye, qué bien sienta la debilidad.