1 de abril de 2013

Definitivamente, el amor es una debilidad.
Antes era la reina de las nieves. Y apareció él. Y ahora se me hace un nudo en la garganta al explicar el significado del Adagio del Concierto de Aranjuez.
Con lo que yo he sido.
Amar nos hace débiles. Estamos pendientes del bienestar de alguien que está a kilómetros de nosotros casi la mayoría del tiempo (O al menos así es en mi caso) Dependemos de esa persona. De que a lo largo del día nos dirija una palabra más o menos cariñosa. Y con conformamos con eso cuando lo único que queremos es poseerla por completo. Porque el amor también es egoísmo. Y a veces se nos olvida que el otro tiene sus circunstancias.
(Ortega lo sabía bien)

Pero queremos. A pesar de las circunstancias. Incluso queremos a las circunstancias, porque hacen especial a la otra persona.
Cuando se quiere de verdad, pienso, no se desea cambiar al otro, porque nos enamoramos de los defectos también, que son parte de un pack indivisible, como los yogures.

El amor nos hace débiles, pero oye, qué bien sienta la debilidad.