15 de abril de 2012

Recuerda, recuerden.

El tacto nunca fue mi sentido favorito. Además siempre me pareció el más prescindible de los cinco. La vista, el más importante.
Claro, ¿qué va a hacer una lectora voraz sin vista?
Y entonces.
Aprender que cuando la luz falta, es el tacto el rey.
El tacto de tu pelo entre mis dedos.
El tacto de tus dedos sujetando mi espalda.
El tacto de mis dedos explorando tu pecho.
El tacto de tus labios en mis clavículas.
El tacto de mi pelo acariciando tu cara.

Y si el oído juega, ya no necesitamos nada más.

Además, la piel tiene memoria ¿No les parece extraordinario? ¡Memoria! Memoria...
Mi piel, por ejemplo, recuerda cada domingo por la mañana el tacto de una piel ajena y, a veces, añorada. Caricias de hace casi un año. Y caricias de hace una semana. Caricias debajo de las costillas. Caricias cerca de las caderas. Un mordisco en la oreja. Una presión en mi boca. Un beso en la línea de la columna. Un leve roce a lo largo de las piernas.
Y otro roce. Un cosquilleo. Una inquisitora caricia. Una posesiva presión. Y luego, la nada.

Puede que el tacto sea ahora uno de mis sentidos favoritos.

12 de abril de 2012

57 minutos

Tenía aquella curiosa manía de los jueves.
Llegar a casa, dejar las llaves, el bolso, los auriculares.
Estirarse. Contemplar la casa vacía.
Llegar a la cocina, encender la placa, calentar los macarrones con tomate.
Cerrar la lavadora, comprobar que está cargado el detergente. Botón de encendido. Giro de muñeca. Ajuste de temperatura. Ajuste de tiempo. 57 minutos. Allá va.
Y en esos 57 minutos simplemente permanecía en silencio. En ese metro cuadrado del mundo que ocupaba su minúscula cocina. Su cocina en blanco y negro. Se sentaba a comer esos macarrones de los jueves. En ese taburete gris como de bar. Fregaba lo ensuciado, volvía a tomar asiento. Hasta que se agotaban los 57 minutos.
Entonces, tenía que dejar aquello en lo que estaba pensando: sus proyectos, sus recuerdos, sus noches en vela, sus delirios, sus esperanzas y todo lo que le atormentaba, en definitiva.
Y recoger la colada de sábanas.

Un jueves más. 

10 de abril de 2012

No curtain call

-Serían recuerdos, mezclados con alcohol. En una isla fiscal en la que la adoración no tiene jurisprudencia. 
-¿Y qué puedo hacer, Tristán, en peligros semejantes?
-Pues si quieres escribir, que sea ahora, sino, tendrás que callar y recordarlo siempre en silencio.
-No quiero escribir. No puedo. No tengo ni fuerzas, ni ganas. Sería dar un paso atrás después de haber andado todo este camino. No, las cosas están bien. Voy a ser cobarde esta vez. Me niego a escribir. Dejaré que esto me coma un poco por dentro. Lo recordaré con una sonrisa de turbación. Lo recordaré de vez en cuando; puede que le intente buscar un sentido, a veces. Pero me rendiré. Ya me he cansado de intentar ganar todas las batallas, de tener que encontrarle la lógica a todo. Voy a luchar contra el instinto de tener todo atado. De saber, de todo. Perdóname, porque a veces vendré a recordar aquí, contigo. Y seguiremos sin encontrarle la lógica, pero quizá un día deje de buscarsela, de darme contra este muro. Y entonces tú podrás descansar. Y yo ¿Sabes? Nada me gustaría más que poder descansar. Descansar. Sí. Descansar.