9 de julio de 2011

La obsesión de tu vida

Obsesiones. Siempre estarán hechas de palabras, de una u otra manera.
Todos tenemos la nuestra. Una de verdad, una eterna, una que dejaríamos que nos marcasen en la piel, una que elegiríamos por encima de todas las cosas, una que nos hace sonreír al acordarnos de ella en cualquier parte del mundo, una que nos acaricia a su manera, que nos ayuda a dormir.

¿La mía? La mía... viene de lejos, ya estaba allí antes de que yo tuviera consciencia de ella. Estaba esperando su momento, que le dieran una oportunidad.

Dos protagonistas:
La cazadora y el regalo de Dios. Y su historia, de las pocas que me arranca una sonrisa bañada en lágrimas de vez en cuando.

Y el deseo, desde el minuto uno, de ser uno de ellos. Siempre pensé en la cazadora. Ella y sus medias sonrisas y sus palabras aterciopeladas. Ella sería. Yo sería.

Pero no fue así, porque el destino nos guarda sorpresas en el camino. Sorpresas como vivir en tu pequeña obsesión, pero no en el papel que querrías.
El cazado, el regalo de Dios, el secretario. Todo lo que yo querría para mí, pero desde mi papel de Cazadora.
No pudo ser, nos cambiamos los papeles. Y me tocó dejarme cazar y aguantar las idas y venidas de sus caprichos. Como a él.
Aún así, ¿quién se puede quejar? El final de la historia que yo conozco no es malo. El desarrollo y lo que venga ahora, de lo que me toca vivir en carnes propias, no puede estar mal.

Parad, detened el brío...

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