Reír abiertamente al descubrir ese nuevo aire. Y pensabamos que no se podía mejorar.
Temblar ante esas palabras, pero sobre todo porque sabes lo que viene detrás.
Enfadarse durante un segundo por las mutilaciones. Sólo un segundito de nada.
Y sonreír, así, tímidamente, de vuelta a casa sola en el autobús. Porque eso es lo que te empujó a ser lo que eres. Porque aún hay magia. Porque aún puede sorprenderte. Porque es ya un compañero de viaje, eterno. Siempre me va a acompañar, lo quiera o no.
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