3 de noviembre de 2011

Déjame estar debajo de tu almendro, Eloísa

SEÑORA.—Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...
AMIGO.—Muy mala, señora Gregoria.
SEÑORA.—Y que a perro flaco to son pulgas.
AMIGO.—También.
MARIDO.—Pero, al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usted?
AMIGO.—Eso, desde luego. Como que después de un día viene otro, y Dios
aprieta, pero no ahoga.
MARIDO.—¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié
con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no
piensa al otro se le ocurre. Pero de casta le viene al galgo el ser rabilargo; el padre de
Melecio siempre ha sido de los que quítate tu pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y
genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a
darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO.—Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA.—Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO.—Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa
te echará, yo me dije, digo: «Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el
cántaro a la fuente, que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal
tiempo buena cara, y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último».
SEÑORA.—Y los malos ratos, pasarlos pronto.
MARIDO.—¡Cabal! Conque le abordé al Melecio, porque los hombres hablando se
entienden, y le dije: «Las cosas claras y el chocolate espeso: esto pasa de castaño oscuro, así
que cruz y raya, y tú por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto,
no me acuerdo». Y ¿qué le parece que hizo él?
AMIGO.—¿El qué?
MARIDO.—Pues contestarme con un refrán.
AMIGO.—¿Que le contestó a usté con un refrán?
MARIDO.—(Indignado.) ¡Con un refrán!
SEÑORA.—(Más indignada aún.) ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO.—¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO.—¿Qué le parece?
SEÑORA.—¿Será sinvergüenza?
AMIGO.—¡Hombre, ese tío es un canalla, capaz de to! (Siguen hablando aparte.)

Eloísa está debajo de un almendro.

Venga, va. Vente conmigo al cine. Vamos a volvernos absurdos. Háblame con refranes. Indígnate. Vamos a matar el tiempo haciendo el imbécil.
Estoy cargada de teína, cafeína y todas esas sustancias excitantes
¿Vas a poder seguirme el ritmo? Salgamos a correr. O hagamos flexiones. Vamos a cuidarnos. O no.
Déjame que te cuente lo que estudio. Prometo no aburrirte demasiado. Absurdicemonos, por favor. Ponceleemos un rato. O quizá quieras intentarlo con Don Mendo. O con Mihura.
Sé castizo conmigo. Vamos a arrastrar las palabras como si estuvieramos cantando un chotis en la verbena de la Paloma.

Venga, va, llévame al teatro esta noche.

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