-¿Qué es lo que buscas?- dijo él.
Oyó su risa suave, muy queda, entre las sombras que le
velaban la cara.
-Ya lo sabes. El Dei Gloria.
-No me refiero a eso. Ni tampoco a tesoros ni cosas así… Lo
que pregunto es que buscas tú.
Aguardó la respuesta, pero no se produjo. Ella callaba,
inmóvil. Al otro lado del arco, los faros de un automóvil iluminaron un trecho
de la calle antes de alejarse de nuevo. El resplandor recortó un momento su
perfil en la pared sombría.
-Tú sabes lo que busco - dijo por fin.
-Yo no sé nada - suspiró él.
-Sabes. Te he visto mirar mi casa. Te he visto mirarme a mí.
-No juegas limpio.
-¿Y quién lo hace?
Arturo Pérez-Reverte, La Carta Esférica
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