6 de abril de 2011

Los miedos y sus forma. La vorágine negra del sueño.


Sé que San dice que no se debe hablar de lo que has soñado. En estos momento voy a prescindir de hacerle caso.
La otra noche tuve un sueño, un sueño que no había tenido nunca. Quizá antes de seguir debería decir que los miedos que han aparecido en mis sueños siempre han tenido un ente físico, pero la otra noche fue distinto.
Estaba en una calle que no conozco, posiblemente de una ciudad que no conozco, sola. No se oía nada. De repente el silencio se volvía denso. Y comenzaban los gritos. Gritos desgarradores que partían la densidad del silencio. Como una copa cuando se rompe. Gritos de mujeres, de hombres, de niños. Y después la nada, otra vez el silencio. Y la vorágine negra. El vacío. Lo absorbía todo, se llevaba los gritos, se llevaba el color, la alegría, todo lo bueno que puede tener el mundo.
Y entonces tenía que correr, correr como jamás en mi vida había corrido. Los pulmones me ardían en el sueño. Y todo acababa.
Desperté envuelta en un sudor frío, en el abrigo de la oscuridad.
Era viernes.

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