4 de abril de 2011

La huida


Miró al cielo y sus ojos se llenaron de luz. No se veía el horizonte estorbado por ninguna nube. Bien podía haber sido una de esas mañanas en las que las lluvias de Abril dan una tregua y amanece un día radiante. Era extraño, pensó. Una hermosa mañana de finales de Octubre, con el frío empezando a arreciar y un resplandeciente cielo celeste.

El mundo está loco, se dijo mientras se refugiaba en su cazadora y dejaba que unos rayos de sol, que poco iba a calentar ya, brillaran en su rostro. No podía haber elegido un día mejor para huir.

Con melancolía pensó en todo lo que dejaba atrás. Se odió un momento por no recordar los rostros con nitidez, pero su memoria solía jugarle malas pasadas. Como aquella vez que se olvidó de cerrar la ventana de casa y a su vuelta se encontró con gato callejero esperándole en su sofá, que desde aquel día no desocupó.

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