26 de noviembre de 2011
La Avenida Reina Victoria.
25 de noviembre de 2011
Borrador de la película que nunca haré.
19 de noviembre de 2011
Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.
13 de noviembre de 2011
En la línea de tu boca. Justo ahí
Más. Más.
Un poco más.
A dos centímetros de mi boca,
o un poco más cerca.
Háblame desde ahí,
que nuestros alientos se confundan.
Más cerca aún
¿Ves mi sonrisa?
Es porque sé que nuestros labios
están a punto de rozarse.
Y se rozan.
Y nos apartamos jugando.
Y las respiraciones se entrecortan.
Y ahora vamos a hacer que nuestros labios se confundan.
Sin respirar.
¿Qué importa?
Coge aliento que allá voy
Y me pierdo.
En tu maldita boca.
Te voy a morder ¿vale?
No muy fuerte.
Tú suspiras, yo sonrío.
Y te susurro.
Muy, muy cerca de tu boca.
11 de noviembre de 2011
El camino alternativo
10 de noviembre de 2011
Conversaciones con Enrique
6 de noviembre de 2011
Una ventana al bosque
Mi ventana nunca ha dado al bosque ¿sabes? Pero vamos a fingir que sí. Así podré contante cosas antes de que te duermas y será mucho más interesante que mirar al techo hasta que al sueño le dé por venir.
No te preocupes, de los dos yo soy la de las letras, así que pondré yo las palabras ¿te parece? No hace falta que digas nada. Sólo escucha ¿quieres?
Deja de mirarme así, me harás perder el hilo de los pensamientos que he arrastrado hoy hasta estas sábanas y te quedarás sin cuento.
¿Me dejas acomodarme en tu pecho? Gracias, creo que no hay un lugar más cómodo en el mundo que este.
Como te decía, mi ventana da a un bosque. Ahora es otoño y el suelo está cubierto de las hojas que se le van cayendo a los árboles. Los troncos de estos árboles están forrados de musgo. Casi todos. El musgo debe ser bastante blandito, eso parece por lo menos. Cuando veo esos troncos, sonrío, porque me acuerdo de Machado y aquel olmo suyo.
Ahora todo está inundado por una tenue bruma. A mí es uno de los paisajes que más me gustan del mundo.
A veces salgo de casa y, cruzando la verja que separa mi casa del bosque, camino entre los árboles. Siento la humedad en la piel. Y en el pelo.
Y miro hacia arriba. Me da un poco de pena ver las ramas de los árboles tan desnudas, pero el sol se filtra entre ellas. No puedo describir con palabras como la luz inunda mis ojos en ese momento. Supongo que los debo entornar, pero allí no hay nadie para confirmármelo. Ni una sola alma.
Llevo mis botas de agua, porque el suelo está húmedo del chaparrón que cayó la pasada noche. Ya sabes que me encanta saltar sobre los charcos. También tengo enrollada al cuello mi bufanda, así que escondo la nariz en ella porque siento que se me empieza a enrojecer del frío.
¿Te aburro? Parece que cierras los ojos. Quizá sólo estés imaginando mi bosque. Quizá ya te hayas dormido y estés ahora mismo paseando por él.
Sea como sea…
Cerca de mí hay una roca de buen tamaño, me llega hasta la cintura. Me apoyo en ella y saco el libro que ahora mismo estoy leyendo. Me río en medio del bosque. Algún día te lo dejaré, Poncela es uno de mis autores favoritos, siempre consigue sacarme una carcajada con su ingenio.
La luz grisácea del otoño se me está volviendo amarilla, debe estar cerca el anochecer. Me vas a permitir que vuelva a casa, porque ya sabes que en el bosque, y eso es algo que nos han enseñado todos los cuentos, siempre duermen criaturas peligrosas.
Cierro mi puerta con llave. Hace frío.
Ahora sé que estás dormido. Respiras con tranquilidad. Te acaricio la cara y sonríes, pero gracias a Dios no te despiertas. Me voy a acomodar un poco más en ti. Me gusta la sensación de estar entre tus brazos.
3 de noviembre de 2011
Te mentiré y te traicionaré siempre.
-Claro. Caballeros y escuderos. Lo entiendo.
-Bien. Pues un habitante de esa isla le dice a otro: te mentiré y te traicionaré... ¿Comprendes? Te mentiré y te traicionaré. Y la pregunta es si quien habla es caballero o escudero... ¿Tú que opinas?