4 de junio de 2011

Dos palabras que envenenan

Tengo miedo.

De los exorcismos, de las arañas grandes, de los payasos, de las catástrofes, de las invasiones extraterrestres, de las marionetas, de los muñecos de porcelana, de los japoneses de las películas, de la gente que se cuela en las pesadillas, de los crujidos de la madera por la noche, del monstruo que se esconde debajo de mi cama, de viajar en el metro a las 2 de la mañana sola, de ahogarme en un vaso de agua, de tu silencio, de tus palabras.

De que acabar pensando en ti todas las noches, de no saber que siento, de la confusión que me para. De mis gustos extravagantes, de mis obsesiones, de mis neuras, de las tuyas, de mis pensamientos de amanecer, del olor de mis sábanas, de mis recuerdos, de mis sonrisas fugadas. De lo que me calló, del estrés, de los apuntes, de mis entradas, del suelo que piso, del aire que respiro, de lo que bebo, de lo que como, de lo que pienso, de lo que hago, del imbécil de tu amigo, de no llegar a puerto, de estrellar el avión. De tu nombre apareciendo y desapareciendo de mi pantalla. De no saber, de saber a ratos, de no encontrar las palabras, de perder las fuerzas, de recuperarlas de golpe. De quererte sin quererlo, de quererte sin saberlo, de no quererte, de que me quieras, de todas las variables posibles. De que no lo entiendas, de que lo malinterpretes, de que lo entiendas perfectamente.

De tu silencio. De tu silencio. De tu silencio.

De tu silencio, de tus palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario