30 de marzo de 2012

Cuento de primavera

-Pero piensas en ella. Y a mí eso me atormenta.
-Claro que pienso en ella. Pero también pienso en Lorca, en la República, en los hipérbatos, en Cernuda, en la presunción de inocencia, en la ópera y en los macarrones con tomate ¿También tienes celos de eso?
-No, claro que no. Eso son tonterías.
-Como esto. Te he repetido mil veces que no sé cuáles son mis sentimientos hacia ella. Quizá sólo la quiera como a una hermana. Sin más.
-Pero llevas su reloj...
-Sí ¿y qué? ¿Te molesta?
-Sí, porque siento que ella está en medio.
-Pues me lo quito. Ves. Ya no está... Ven aquí ¿Tú crees que iría todos los días hasta tu casa con una sonrisa en la cara para verte si estuviera enamorada de alguien más? ¿Crees que me seguiría acostando contigo? ¿Crees que te lo hubiera contado? Claro que no. Te lo conté para que nos riéramos de mis tonterías. Y has hecho un mundo de un grano de arena. Te quiero a ti. A ti. Eres el único hombre al que amo en la tierra. Y ella es simplemente una curiosidad que tengo. Nuestros vínculos son fuertes y sabes que siempre he tendido a relativizar con el amor. Pero te juro que no estoy enamorada de ella. Ni siquiera me he cuestionado mi orientación sexual. Era pura curiosidad, que además no ha llegado a nada. Ni nunca llegará a nada.
-Odio tu curiosidad. Me da miedo.
-Ven, perdóname, voy a hacer que se te olvide todo. Ahora mismo, sobre tu cama.

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