20 de febrero de 2012

#00.2

Y había, también, ocasiones en las que se acababa por desbordar el amor que albergaba en sí. Y se escapaba caprichosamente, mojando aquí y allá. Calando hasta los huesos algunas veces (las menos). Salpicando sin querer en otras.
La mayoría de las veces deseaba desbordarse, pero no le alcanzaba el léxico. Entonces, hubiera querido tener algún don que no dependiera de la palabra. La música. La pintura. La escultura. O la papiroflexia, quizá.

Sin lugar a dudas, aquel era el más bello animal del mundo.

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