1 de diciembre de 2010

Reflexiones de Julia Buendía

A veces, incluso diría con frecuencia, siento que me invade la ternura. Es como un oleaje interno que me llena de una nueva sensación, de una sensibilidad distinta. Cuando esto ocurre - continuó - todo me apena. Es entonces cuando siento dentro de mí la inutilidad de la vida. Me lleno de tristeza. No de una tristeza abstracta, se concreta, casi se materializa, por ejemplo, en un crío que veo correr por la calle y pienso: se hará mayor, será infeliz y, si va mal vestido o tiene los ojos tristes, me entristezco con él. También los animales me dan pena por la existencia que no sienten. Todo lo que está vivo me llena de una especie de llanto interior. Esa compasión es en el fondo, creo yo, compasión por mi misma. Por todo lo que quise alcanzar y sé que no tendré. Es el sentido de la muerte. Tengo miedo a que, con el paso del tiempo, esta especie de ternura compasiva acabe por ser permanente y, por lo tanto, insoportable.

Joaquin Leguina, Tu nombre envenena mis sueños

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