15 de junio de 2012

Sábanas a rayas

Despertó sin abrir los ojos. 
Tenía la frente apoyada en el omóplato de él.
Sin abrir los ojos, besó la espalda de su acompañante y oyó una especie de ronroneo. 
Seguramente seguía durmiendo.
Se giró en su trocito de la cama de 90 que ambos ocupaban.
Algún día se acostumbraría a compartir un sitio tan pequeño.
Pensó en las vueltas que había dado esa noche. Siempre le ocurría lo mismo cuando dormía con alguien. Le costaba encontrar la postura en la que no molestar al otro y que, a la vez, le ayudara a conciliar el sueño.
Algún día se acostumbraría a compartir la cama y esa noche, además de dormir, soñaría.
Notó un brazo rodeando su cintura y unos labios besando su hombro.
-Buenos días.
-Buenos días - contestó sonriendo. Él estaba despierto. Y ella desnuda. Y ya no había pudor, ya nunca más lo habría.
-¿Sabes? Anoche intenté contarte los rizos, pero son infinitos...
Ella dibujó una enorme sonrisa en su rostro y se giró, dentro del abrazo de su amante, para mirarle.
-¿Hasta qué número llegaste?
-Hasta un millón.
-Eres un exagerado...
-Bueno, vale. Hasta novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve.
Le besó dulcemente. En parte, para que dejara de decir tonterías; en parte, para agradecerle las sonrisas que le obligaba a dibujar en su cara con esas tonterías. 

1 comentario:

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