10 de julio de 2010

La poesía

"Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo."

La poesía es un arma cargada de futuro. Gabriel Celaya

Quizá la poesía fuera un arma cargada de futuro en la década de los 50, con una dictadura en el país y la huella de los horrores de la guerra coleando todavía en una sociedad que aún entonces tenía la catástrofe en la memoria.

He hablado con algunas personas y siempre hemos llegado a la misma conclusión: La poesía, actualmente, contamina. Contamina y enturbia el alma. Es como un vicio insano, en un principio escribes y te sientes bien, pero luego sólo quieres más. Entonces te vas fragmentando en trocitos muy pequeños que se van quedando en cada papel manchado con palabras.

En parte hay que agradecerle dos cosas fundamentales a la poesía, la sensación de bienestar que queda en un principio y que sea incapaz de surgir en situaciones alegres (como el verano mismo), porque las mejores poesías suelen nacer los días de lluvia y frío, cuando la situación exterior se asemeja a la del interior.


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